Hoy os traemos dos piezas, que aunque similares, les quisimos dar un estilo diferente. Son dos sillones de madera tapizados que nos llegaron hace unas semanas al taller. Se conocen como “descalzadoras” porque eran usadas en los recibidores para cambiarse los zapatos al llegar o salir de casa.
La primera de la que os hablaremos, fue traída por una clienta que la quería recuperar. Había pertenecido a sus abuelos, quienes la tenían en una casa de pueblo hace muchos años. Estimamos que el sillón es del primer tercio del Siglo XX.
Es una descalzadora clásica valenciana con ornamentos muy elaborados. A primera vista se veía sólida y con algunas reparaciones superficiales pero una vez empezamos la restauración, nos dimos cuenta que los daños estructurales eran importantes.
Varios ensambles estaban sueltos, el espaldar estaba desprendido de la pieza principal y uno de los reposabrazos estaba desencolado. Estos daños empezaron a hacerse más evidentes una vez removimos la tapicería. Algunas piezas estaban juntas por la tela o mal encoladas y empezaron a caer.
La tapicería era original, intervenida solo una vez para cambiar la tela que en realidad fue añadida encima del sistema existente sin cambiar muelles, como se puede ver en las fotos.
Luego de separar la tapicería seguimos con una limpieza profunda en cámara de gas reforzada con una con inyección para prevenir el carcoma. De esta manera ya nos podríamos concentrar en la estructura.
Se habían de encolar todas las piezas y reemplazar los faltantes para tener una pieza sólida y duradera. Buscamos una madera similar a la original, con vetas parecidas para hacer los mechones de refuerzo, que hicimos de varios tamaños para mantener la estructura en pie.
Una vez hechos los injertos, les aplicamos nogalina para simular el color original del resto de la silla. Después de conseguir un tono uniforme, pasamos al barniz. Elejimos uno de poliuretano al 30% por su efecto satinado, en vez de goma laca que termina brillante.
Aquí tenemos la estructura terminada y es hora de elegir una tela que vaya no sólo con el mueble, sino también con su destino. Nuestra clienta tiene una casa con tonos grises y beige a los que quería dar un contraste y este terciopelo francés de color frambuesa es perfecto para este propósito.
Conservamos los cinco muelles originales y añadimos tres más para dar volumen. Siguiendo el método tradicional, hicimos un fondo alrededor de toda la silla
El resultado es una silla clásica completamente restaurada y con un toque de color que la hace más apropiada para una casa moderna.
Al mismo tiempo restauramos la otra “descalzadora” que teníamos en nuestras manos y en este caso quisimos un estilo diferente. Esta silla no había tenido la misma suerte que la anterior y estaba en muy malas condiciones. Los muelles salían, la tapicería estaba rota, había piezas faltantes y bastante carcoma. Puesto que había sido expuesta a los elementos, también tenia hongos.
Sí, suena tan mal como la pintamos, pero ya nos conocéis, nos encantó la forma y no la pudimos dejar pasar. Le hicimos una limpieza muy profunda con productos químicos después de quitar toda la tapicería y nos quedamos con un esqueleto que ya empezábamos a imaginar más moderno.
Siguiendo esta idea, quitamos las peinetas del espaldar y del frente para hacerla más sencilla, dejando los detalles del reposabrazos que complementaba la curvatura de las patas.
Para la estructura quisimos combinar madera con color como muchas veces hacemos con lineas divisorias rectas para hacer un diseño más geométrico. El color negro satinado lo aplicamos en el lado de las patas y en la mitad de la silla. Para continuar con el juego visual usamos una tela en grises con imágenes cúbicas.
Estas son piezas difíciles de trabajar en un concepto geométrico debido a su origen artesanal. El reto está en aplicar un concepto lineal a algo que tiene muchas curvas.
La tapicería lleva igualmente ocho muelles que montamos de manera tradicional, amarrados y con cinchas, reforzado por todos los ángulos.
Así nos quedó entonces esta silla de unos 60 a 70 años de antigüedad, una fiel muestra de lo que nos gusta hacer en La Retrovisora: mezclar la esencia clásica de la pieza con un diseño actual y atrevido.
A la pregunta más famosa de todos los tiempos hecha a un espejo, nosotros tenemos la mejor respuesta. El espejo, de largo
Cuando tenemos la fortuna de encontrarnos con uno antiguo, no dudamos ni un segundo en subirnos las mangas y llevarlo como sea al taller.
Nuestra debilidad son los espejos con marco de madera tallada y que muestran en el reflejo el paso de los años, esas manchas negras que lo hacen misterioso y sofisticado.
Pero si además de esto, es grande o muy grande, nos derretimos en el acto. Como cuando encontramos este espejo que no sólo es grande, de los materiales y del estado que nos encanta, sino que además tiene patas! Es sencillamente espectacular.
Es una espejo hecho en cristal de roca muy especial por el grosor de sus cristales (8,5 mm), de los que ya no se hacen por su difícil elaboración. Estaba unido a un mueble en la parte inferior, donde está el marco de madera, el cual decidimos quitar y reemplazar con un cristal nuevo. A este nuevo central le dimos un toque antiguo para que mostrara el mismo tipo de desgaste del resto del espejo.
Luego lo pintamos en un verde militar que contrasta muy bien con los detalles en madera y…
Son espejos imponentes, que son tan protagonistas del espacio como cualquier pieza de arte. Miradlo como nos queda en La Place y la verdad le vemos sitio en cualquier parte de la casa. Nos encanta vaya.
Pero los del colgar no están nada mal tampoco. Este espejo blanco desgastado fue uno de nuestros primeros tesoros que aun guardamos con mucho cariño.
O este otro que está decorando el comedor de una de nuestras clientes, añade un toque romántico al espacio con sus formas delicadas y colores neutros.
Como veis son piezas muy versátiles que pueden ser un complemento ideal en cualquier estancia o se puede convertir en centro de atención indiscutible. Nosotros los vemos en entradas, en baños, habitaciones, comedores, salones… el limite los ponéis vosotros.
Hay quien inclusive los ha intentado imitar en paneles o papel de pared, como este que encontramos gracias a Kate en Mad about the House. Son opciones válidas e interesantes para quienes quieran ir un paso más allá.
Nosotros por ahora seguimos enamorándonos de las piezas originales y continuaremos llenando nuestro taller de estos espejos increíbles y únicos para que les busquéis un lugar en casa.
Una bonita alacena de cara triste y que comenzamos a dar vida
Después de lo enamorados que quedamos de nuestra alacena, no veíamos la hora de entrar en un proyecto similar otra vez.
Esperamos y buscamos pacientemente hasta que por fin cayó en nuestras manos esta bonita alacena de cara triste y que comenzamos a dar vida desde hace unas semanas.
La alacena estaba en mejores condiciones que la anterior por lo que la restauración fue menos intensa. Igualmente le hicimos una limpieza profunda y las reparaciones necesarias para que la madera estuviera en condiciones de durar otros 50 años.
Limpiamos de óxido las bisagras y los pomos y los doramos para que recuperaran el esplendor de antaño.
Ya teniendo la estructura preparada, era la hora de pintarla y hacerla única.
Decisiones “definitivas” de color
No os mentiremos. Era tanta la emoción con nuestra nueva alacena que tomamos varias decisiones “definitivas” de color. Al final, siempre necesitaba algo diferente. Pasamos por color ladrillo, niágara, azul, beige…
Al final, después de una prueba aquí y allá, escogimos un crema para la estructura y dos tonos de azul para las puertas y los cajones. El azul Niágara, uno de los colores del 2017 de Pantone, lo usamos para resaltar un cajón y la balda central interior y así dar contraste con el azul más suave del resto del frontal.
Las patas las dejamos en su estado y color original, después de asegurarnos de que no tuvieran grietas o daños estructurales, porque nos parece una conexión interesante con su pasado y su presente.
Y aquí la tenéis, como nueva y llena de vida. Perfecta para la decoración primaveral.
Hoy queremos hablar de ese mueble, el grande de madera, el que está en el comedor o en el salón con todas las copas, los platos, las fotos de la familia y a veces hasta la tele. Ese mueble que seguro todos tenemos en nuestras vidas. Lo vimos tal vez en la casa de nuestros padres, de la tia, de la amiga, de los suegros o en la nuestra. O en todas a la vez.
El mueble de madera, con un barniz brillante a veces claro, otras veces rojizo o tal vez más oscuro, con cajones o con puertas, o con cajones y con puertas. Ese mueble protagonista del espacio que seguro ya todos tenéis en mente.
Pues este recuerdo de infancia o de presente ha pasado varias veces por La Retrovisora pidiendo nueva vida, nuevas formas o nuevos colores. Hoy os traemos dos casos. Dos muebles grandes de finales del siglo XX, que son el centro de atención por su estilo y tamaño y por tanto rigen el resto de la decoración del espacio en el que habitan.
El reto era transformar estas grandes piezas en muebles modernos y que se mimetizaran un poco más con el resto de la decoración de nuestras clientas, las dos casualmente con el mismo nombre: Amparo.
El mueble con el que comenzaremos es de nuestra vecina en el taller, Amparo, la primera Amparo digamos, quien nos contactó para valorar un banco y una mesa que quería restaurar.
Cuando fuimos a su casa a ver las piezas, nos encontramos con que estaba sacando varios muebles para renovar la decoración, entre ellos el mueble del que hablamos. Vimos potencial y así se lo dijimos a Amparo, quien después de una lluvia de ideas de lado y lado, decidió confiarnos el proyecto.
El mueble es fiel a la mano de obra que se comenzó en la década de los 80s, donde se usaban estructuras de madera mezcladas con aglomerado y otros materiales para abaratar costes. Aunque no fueran 100% de madera, el objetivo era construir muebles duraderos (para toda la vida) y bien hechos. Nos encontramos entonces con un trabajo completo con sistemas de pernos, piezas desmontables y con muy poca cola.
Buscando modernizar la decoración de casa y romper
Nuestra clienta buscaba modernizar la decoración de su casa y romper un poco con lo que tenía. Como la idea principal era conservar la funcionalidad pero cambiando totalmente el estilo, decidimos utilizar solamente la parte inferior del mueble, donde están los cajones y con esta base, crear un mueble de estilo americano.
El mueble estaba en muy buen estado, con sólo un poco de carcoma y algunos desgastes. Hicimos limpieza y una restauración básica para evitar que se continuara deteriorando y para tener una estructura sólida.
Amparo decidió pintar la pared donde iría el mueble de color grafito, así que escogimos tres colores neutros: gris medio con tintes de marrón, crema y negro.
Para darle más profundidad al mueble pintamos a mano líneas de color gris y para darle a su vez profundidad a estas líneas, hicimos un borde de color negro.
Restauramos los pomos originales y los dejamos en dorado para que fueran el punto de conexión entre el diseño moderno y la decoración existente en la casa.
Nuestra cliente Amparo, la primera, es amiga de Amparo, la segunda, quien después de saber lo que estábamos haciendo para su amiga, nos contactó para un proyecto similar. El mueble estaba en una casa que había adquirido recientemente a las afueras de Valencia.
En nuestra visita vimos que al contrario del caso anterior, las vitrinas del mueble eran lo que mejor se acomodaría al estilo y decoración del salón.
Teniendo en cuenta los otros objetos y piezas dentro de la casa, decidimos pintar las vitrinas de blanco por fuera, que era el color de la chimenea y del mueble de la tele, y por dentro de un color arena que pintamos con brocha para imitar un poco las vetas de la madera y crear algo de textura.
Para hacer la vitrina pequeña aún más ligera, decidimos reemplazar las baldas de madera por cristal y cambiamos el techo.
El propósito principal de las dos transformaciones era conservar la utilidad de los muebles, que por su gran tamaño, quedaron obsoletos en la decoración.
En ambos casos, el nuevo diseño trae más luz al espacio. Las vitrinas se complementan armoniosamente y dan una sensación de ligereza al salón-comedor. La cajonera, por su parte, crea un rincón especial que atrae todas las miradas.
Dos opciones muy válidas para darle a ese mueble de siempre una nueva vida. Nuestras clientes felices y nosotros con ellas.
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